El hondo ojo de la noche, plato de tinta y nube, brilla.
Desbordó de luz y se derrama como miel
hacia a la tierra,
convoca tras de sí almas desprovistas de lazos,
ampara toda incertidumbre.
Se abrió a la hora en que los párpados buscan el beso,
eluden todo reflejo afilado, queriendo hundir el cuerpo
en el légamo tibio del sueño
Mientras, me extiendo desde la piel hacia el centro palpitante.
Respiro, paciente ritmo y tacto para desplegar el aliento.
Periplo incesante desde adentro hacia la piel, palpito.
Sé bien que cuando duermo,
duermo bajo el hondo ojo de la noche
que controla mi breve tránsito a la nada,
ensayo cotidiano de No Volver Jamás.
4 comentarios:
Muy bueno e interesante tu blog. Saludos.
Claudia
http://do-mi-sol.blogspot.com
Muchas gracias, Claudia. Sé bienvenida.
Saludos
dicen: no somos nada.
el ojo de la noche lo sabe.
bss!
laura
Sí y no.
Somos el gran Oxímoron:
Lo que nadamente existe, y nace cuando muere cada noche si duerme,
y cada día si futurea.
Somos lo que vive para siempre
si sabemos morir bien.
En fin. Domingo y nubes. Mejor escitalopram, que hasta su nombre excita el pensamiento. ¡Marchen, mozo, dos porciones! Salú!
silvia
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