no hay espada sobre mi cabeza
que penda de algún hilo mortal
estoy a salvo
qué horcón sostendrá la cuerda
que espera por mí esta mañana
todavía en vano
no comulgo jamás con esta oblea
que me ofrece la muerte
cada tarde de domingo
paladeo lo mortal placer supremo
respirar apenas la nariz fuera del agua
el frescor cubriendo el resto de mi cuerpo
el manicomio en tanto prepara despedidas
suertes reparte el juego de los números
alguien apostó a la muerte
que cada uno responda por lo que añora
yo deseo lo imposible
una bandada en el cielo me convoca
hombres y mujeres alados —ángeles no —
yo quiero dejar atrás la gravedad maldita
quiero ver lucernarios sembrados en la noche
mirar desde lo alto la cinta que destella
como si fuera un trazo húmedo de plata
en el oscuro verdor sobre las tierras
y no caer
desvanecerme en el aire que cobija
el suave planear del cuerpo que dejaré
cuando me toque morir
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