Y yo, en medio de ninguna parte, llamándote.
Mis fluidos son de sal.
De sal mis lágrimas, la sangre, la húmeda pasión.
La sal en la boca es siempre memorable.
A veces siento aquí tu puño
–en las costillas—. Todavía duelen,
a veces por culpa del invierno,
las rodillas. Pero me complace saber
que a pesar de tantos años
no voy a olvidar
ni a perdonarte
El recodo oscuro donde guardo el reflejo
que me ciega los ojos o levanta mis brazos
prendidos de los hilos del Pavor,
ese lodo en el que hoza tu recuerdo,
hiede un poco cada mil años, sólo un poco.
Entonces, enderezo la espalda
luego de llorar, –sólo un poco–,
y te sepulto por los próximos mil años.
2 comentarios:
Joder que buen poema y que duro. Sale de dentro y trae algo consigo que amarga y amarga.
Lablau
uffff...
debo salir afuera...
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